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Los avorazados…

29 Nov

Algo que me causa especial interés (y pena ajena) es lo avorazada que es la gente en este lugar. Quizá sea por nuestros orígenes cavernicolas, nuestro trauma procedente de la conquista y dominación o por la atmósfera tan provinciana e incluyente que los yucatecos se empeñan en mantener pero lo cierto es que aquí aun se vive en términos de supervivencia 1.0.

El otro día, por ejemplo, acudí a uno de esos sitios de comida tipo «buffet», osea, sitios donde por una módica cantidad uno puede comer y beber indiscriminadamente de unas fuentes inagotables de comida de todo tipo. En esa ocasión, sin embargo, para mi y mis acompañantes fue casi imposible probar bocado debido a la voracidad de los demás comensales que se lanzaban hacia las charolas de comida como si la vida se les fuera en ello, dejando limpios los platos antes de que pudieramos llegar al sitio. Después de cuatro intentos infructuosos fue evidente que algo en nuestra estrategia estaba fallando así que me di la tarea de analizar nuestra situación y esto fue lo que encontré:

En Yucatán, las reglas para sobrevivir en un buffet son:

1.- Siéntese lo más cerca posible de la comida: Tan cerca que incluso no tenga que levantarse de su asiento para servirse otra vez, científicos han comprobado que mientras mas tiempo transcurra entre bocado y bocado se consume menos alimento ya que la sensación de saciedad tarda aproximadamente 20 minutos en ser procesada por el cerebro; por lo tanto, es indispensable consumir la mayor cantidad de comida en 20 minutos como sea posible y desperdiciar tiempo caminando hasta la fuente de alimentos es una desventaja. Además, si usted es el primero en llegar siempre se llevará las mejores piezas.

2.- Los ataques en manada son más efectivos: Si usted tiene que competir por la comida (Osea en buffets donde no se forma una fila definida) un ataque en conjunto es el más efectivo. La estrategia debe ser planeada con anterioridad situando a cada uno de los elementos disponibles bloqueando el mayor numero de entradas de elementos externos posible. La cooperación es clave para el éxito de esta estrategia por lo tanto dependiendo del número de manos disponibles deberá servirse la mayor cantidad de platos. La meta siempre debe ser acabar con toda la comida disponible antes de que llegue alguien más.

3.- Olvídese de las etiquetas, esto es supervivencia: Todo mundo sabe que en los buffets los cucharones, pinzas, tenedores, cucharas o cualquier otra herramienta colocada para servirse la comida son meramente parte de la ornamentación obligatoria del lugar, como esos pedacitos de perejil que le ponen a uno en el plato para adornar… o como el brócoli, por lo tanto su uso no es necesario o indispensable. Dios nos dio dedos como herramientas naturales y efectivas de agarre y presión, úselas cada vez que sea necesario. ¡Esto es supervivencia!

4.- La capacidad del plato se mide hacia arriba: No se engañe, comer en un buffet es para gente experimentada que sabe reconocer los trucos y estrategias de los restaurantes y hoteles para hacernos pagar más por lo que comemos, por ello, normalmente nos proporcionarán platos más pequeños de lo necesario que limitarán nuestro consumo de alimento por sentón… o no. Para superar este inconveniente acumule toda la comida que pueda una encima de otra sobre su plato creando una especie de pirámide de comida. No es importante que diferentes guisos terminen mezclados, después de todo es lo que va a ocurrir una vez llegados al estómago.

5.- Sírvase cada vez que renuevan las fuentes de comida: Hágalo aunque no haya terminado su plato actual. Es un buffet pero… ¡Uno nunca sabe cuando van a dejar de servir comida!

-Tips adicionales:

  • No pierda tiempo con las frutas y/o ensaladas. Nadie paga un buffet para comer hierba
  • Sírvase dos o tres vasos de bebida al mismo tiempo, ahorra tiempo y esfuerzo
  • Cuando llegue al postre tome uno de cada uno
  • ¡No platique! Mastique y trague, mastique y trague.
  • Use ropa ligera y expandible
  • Si tiene que ir al baño no sienta vergüenza
  • No deje propina, ¡es un buffet!

Al final recuerde siempre quejarse del precio del buffet y recalque que no ha valido la pena debido a su costo exageradamente caro.

¡Ah! Al final mis amigos y yo decidimos no volver jamás a otro buffet… no es lo nuestro.

Xmatkuil

22 Nov

Cada año, por estas épocas, se instala en Yucatán una feria cerca de un sitio llamado Xmatkuil. Desde tiempos inmemoriables (esta cosa existe desde antes de que naciera), los yucatecos acostumbran dedicar sus días finales de noviembre a realizar éxodos masivos hacia esta citada feria estatal.

Algunos observadores y estudiosos de este fenómeno de migración natural del yucateco le han denominado el «Disleyland yucateco». Similar a otros sitios geográficos que en distintas temporadas motivan una marea de yucatecos dispuestos a gastar la quincena en pendejadas y alcohol (vease también Chicxulub, Progreso o Telchac Pto.) Xmatkuil es, durante un número cada vez más creciente de semanas, la máxima atracción del sureste mexicano.

Entrevistados los yucatecos asegurarán que esta feria es similar a otras que se realizan en el país, como la feria de Veracruz, la feria de Tabasco o inserte aquí cualquier otra feria que se le ocurra.

Este raro proceso migratorio inicia normalmente un viernes inaugural. Los ejemplares menos afortunados procederán a abarrotar los paraderos del centro para «tomar su camión» los cuales no partirán hacia la feria hasta que estén saturados de sudorosos yucatecos con los bolsillos repletos del dinero quincenal que acaban de cobrar. Los ejemplares con mayor poder adquisitivo se lanzarán en mareas automovilisticas que congestionarán las únicas dos vías de acceso por periférico y reproducirán a la perfección los ríos de tráfico capitalino (lease tráfico en el D.F.) en un intento desesperado por llegar.

Luego de hacer fila por varios minutos y pagar la ‘simbólica cantidad’ de 15 pesos para poder entrar, 35 si se trae coche, el Yucateco una vez más posará sus sacros pies dentro de las instalaciones de la feria que, por supuesto, conoce de memoria.

Independientemente de con quienes vaya hay paradas obligatorias en la visita del yucateco, por tanto, es imperativo que durante su estancia en el recinto visite (al menos una vez) a las vacas y toros, por su puesto quejándose del olor mientras esquiva magistralmente pilas de excremento, los pollitos (¡por que no hay nada más adorable que pollitos!), el castillo de la Coca Cola (porque jamás en la vida han visto la historia de la cenicienta, tarzán, la sirenita, etc. y además sienten una compulsión irresistible a pagar el cuádruple del precio normal de la citada bebida a cambio de un boleto), los juegos mecánicos (El martillo, la tagada, la «montaña rusa», etc.), el show de los delfines (¡Nunca antes visto!) y el tianguis de ropa (porque afirman ahí se vende más barato…).

Además, algunos yucatecos con mayor poder adquisitivo (y más ‘nacos’ según dicen) acudirán a una serie de presentaciones (conciertos) en el palenque, donde la cartelera normalmente está conformada por artistas olvidados, de poca monta y Alejandra Guzmán.

Para sobrevivir durante su estadía, los visitantes tienen 2 opciones: Verse inmersos en una lucha encarnizada con sus semejantes por ocupar una mesa vacía en las únicas 2 zonas de restaurantes y disputar a golpes, patadas e insultos la atención de alguno de los encargados de los puestos de comida (algo así como el proceso de selección natural donde sólo los más fuertes salen victoriosos) o sobrevivir de charritos y cerveza. La mayoría elige esta última opción, aunque se puede elegir ambas opciones, lo cual generará un ambiente nauseabundo de aroma a cerveza, orines, vómito y sudor que parece ser lo que atrae a los yucatecos todos los años al mismo lugar.

Luego de 3 semanas de invertir todo su dinero en un culto al hedonismo y a baco, la feria cerrará sus puertas hasta la siguiente temporada de migración natural a esta zona protegida del estado de Yucatán.

 

¡Soy yucateca y tengo frío!

8 Nov

Tengo frío.

Es noviembre y para los yucatecos eso también significa que es tiempo de desempolvar los viejos sueteres y abrigos que hemos tenido bien guardados en algún ropero de la casa, en bolsas de plástico negro por aquello de la humedad.

Este fin de semana comenzó a sentirse lo que el yucateco inevitablemente llamará «frío», esto es, temperaturas que oscilan entre los 15 a 17°C. Vale, ríase usted, amable lector que vive en sitios donde 17°C es una temperatura «agradable» pero debe comprender que para la naturaleza del yucateco 17°C es muy frio.

Figúrese usted vivir en un estado donde sólo existen 2 estaciones del año: Calor y lluvia. Así es en Yucatán, donde normalmente vivimos a temperaturas no menores a los 35°C. Recuerdo bien que he pasado las tres últimas navidades completamente bañada en sudor porque navidad estuvo a más de 34°C.

Aún así, los buenos yucatecos tenemos en la casa un ropero dedicado exclusivamente a la «ropa de invierno» y en cuyo interior están guardados más abrigos y prendas para climas fríos de los que podremos usar en todo el año porque la verdad es que uno nunca sabe cuando va a «haber fresco».

Además de esta obsesión casi ridícula del yucateco por coleccionar ropa que no usará más que dos o tres veces al año, otros rituales yucatecos asociados con el frío son:

Calentar el agua: Es obvio que si tener abrigos en Yucatán suena ridículo, tener calentadores de agua es probablemente el gasto más tonto que alguien podría hacer. Sin embargo, los yucatecos tan acostumbrados a la temperatura casi cercana a los 50°C con la que normalmente sale el agua de las regaderas inevitablemente tendrán que «calentar su agua» para bañarse. Mientras que en países nórdicos bañarse se convierte en algo opcional dada las condiciones climatológicas, el yucateco acostumbrado a sus dos o tres duchas diarias tendrá que recurrir a cualquier método para asegurarse que la temperatura del líquido que toque sus nobles partes esté a la temperatura acostumbrada, aún si eso involucra encender la estufa durante 20 minutos tres veces al día. Visto desde ese modo, quizá es una decisión tonta no tener calentador de agua (boiler).

Dormir la siesta: Aunque esta tradición ancestral no tiene nada que ver con la época del año o el clima, dado que el yucateco dormirá la siesta independientemente de si tiene frío o calor, estos días de clima frío propician el amodorramiento vespertino. Además, en Yucatán decir que «Este frío da sueño» parece ser un justificante socialmente aceptable para dormir un par de horas más.

Tomar café o chocolate caliente y «hacer chuc» tu francés en él: Para entrar en calor es necesario tener a la mano bebidas calientes que nos ayuden a mantener la temperatura agradable en el cuerpo. El yucateco, nada acostumbrado a las desagradables infusiones de té, elegirá el café y el chololate (abuelita) que acompañará con un pan tradicional y común en la región conocido popularmente como «pan francés».  Este pan no es dulce sino que es una especie de bolillo alargado y ligeramente salado.

El yucateco entonces procederá a remojar pedazos de este pan dentro de la bebida en cuestión, osea lo «hará chuc» y después con mucha destreza se llevará la masa empapada a la boca cuidando de no mancharse el atuendo. Este ritual suele practicarse en común con otros yucatecos con frío.

Y así, estoy en la oficina con suéter y el aire encendido, como buena yucateca que tiene frío.