Hombres y llantas

6 Jun

Los científicos afirman que el Homo Sapiens, denominación que tenemos aquellos miembros de la especie humana que vivimos actualmente, somos producto de miles de millones de años de evolución constante, imperceptible pero incontenible que ha sucedido cada día por miles de millones de días. Dicha evolución, afirman, es un proceso natural mediante el cual hemos ido modificando tanto aspectos físicos como cualidades y habilidades para, en esencia, ser mejores que nuestros anteriores «yo».

Basta revisar simplemente los adelantos tecnológicos que hemos logrado como especie para entender que dichas afirmaciones tienen alto grado de veracidad incuestionable. ¿A caso no fuimos la especie que inventó el internet? Si no hubiera sido por esta continua evolución y la perpetua búsqueda de mejora hoy sería incapaz de escribir estas líneas en este humilde espacio literario.

Por todo lo anterior causa para mi profunda extrañeza, y debo admitir bastante interés, descubrir que ni si quiera miles de millones de años evolucionando pueden combatir ciertos comportamientos animalescos y salvajes profundamente arraigados en el ser de los hombres. Si, los hombres entendiendo por ello que hablamos del género masculino.

Permítame explicarle mejor el punto anterior. Ayer por la tarde fui testigo de un evento que, por alguna razón desconocida, parece activar los instintos salvajes de los hombres: Las llantas ponchadas (Desinfladas, pinchadas o como usted les llame).

Pareciera como si el destino desafortunado de estas llantas de automóviles provocara en los hombres un deseo incontenible de demostrar su hombría. No faltará el amable caballero que prestará su ayuda, aun si en la escena ya existen otros presurosos salvadores dispuestos a dar pronta solución al desperfecto.

Por supuesto, por experto que sea una en materia de cambiar llantas, nadie puede compararse con la sabiduría innata de un hombre para cambiar llantas. Años de evolución han hecho que en el cerebro masculino exista un área específica de «cambiar llantas» por tanto su única respuesta ante cualquier intento ajeno de consejo en la materia será «Quítate, yo se como».

Como si la actividad les produjese un placer inexplicable,  inevitablemente correrán para ser los afortunados que ponga el gato hidráulico bajo el auto, saquen la llanta de refacción y analicen con profunda concentración la situación. La parte más difícil siempre es quitar los tornillos, equivalente moderno a los torneos de caballeros medievales o a las batallas encarnizadas por las hembras se considera una absoluta vergüenza que un caballero no pueda aflojar estos tornillos que parecen ser colocados precisamente con la idea de no ser quitados jamás.

Los hombres golpearán, bufarán, gritarán, gruñirán, se despojarán de la camisa, sudarán, pelearán, discutirán…

Y la llanta, un imán para todos ellos.

Pareciera increíble, sin embargo, que tras años de cambiar llantas esta tarea siga siendo tan primitiva e improductiva; la llanta de ayer en cuestión no se movió y tuvo que ser quitada por un «profesional».

Homo sapiens, la especie animal mayor evolucionada pero, a fin de cuentas, animal.

Los avorazados…

29 Nov

Algo que me causa especial interés (y pena ajena) es lo avorazada que es la gente en este lugar. Quizá sea por nuestros orígenes cavernicolas, nuestro trauma procedente de la conquista y dominación o por la atmósfera tan provinciana e incluyente que los yucatecos se empeñan en mantener pero lo cierto es que aquí aun se vive en términos de supervivencia 1.0.

El otro día, por ejemplo, acudí a uno de esos sitios de comida tipo «buffet», osea, sitios donde por una módica cantidad uno puede comer y beber indiscriminadamente de unas fuentes inagotables de comida de todo tipo. En esa ocasión, sin embargo, para mi y mis acompañantes fue casi imposible probar bocado debido a la voracidad de los demás comensales que se lanzaban hacia las charolas de comida como si la vida se les fuera en ello, dejando limpios los platos antes de que pudieramos llegar al sitio. Después de cuatro intentos infructuosos fue evidente que algo en nuestra estrategia estaba fallando así que me di la tarea de analizar nuestra situación y esto fue lo que encontré:

En Yucatán, las reglas para sobrevivir en un buffet son:

1.- Siéntese lo más cerca posible de la comida: Tan cerca que incluso no tenga que levantarse de su asiento para servirse otra vez, científicos han comprobado que mientras mas tiempo transcurra entre bocado y bocado se consume menos alimento ya que la sensación de saciedad tarda aproximadamente 20 minutos en ser procesada por el cerebro; por lo tanto, es indispensable consumir la mayor cantidad de comida en 20 minutos como sea posible y desperdiciar tiempo caminando hasta la fuente de alimentos es una desventaja. Además, si usted es el primero en llegar siempre se llevará las mejores piezas.

2.- Los ataques en manada son más efectivos: Si usted tiene que competir por la comida (Osea en buffets donde no se forma una fila definida) un ataque en conjunto es el más efectivo. La estrategia debe ser planeada con anterioridad situando a cada uno de los elementos disponibles bloqueando el mayor numero de entradas de elementos externos posible. La cooperación es clave para el éxito de esta estrategia por lo tanto dependiendo del número de manos disponibles deberá servirse la mayor cantidad de platos. La meta siempre debe ser acabar con toda la comida disponible antes de que llegue alguien más.

3.- Olvídese de las etiquetas, esto es supervivencia: Todo mundo sabe que en los buffets los cucharones, pinzas, tenedores, cucharas o cualquier otra herramienta colocada para servirse la comida son meramente parte de la ornamentación obligatoria del lugar, como esos pedacitos de perejil que le ponen a uno en el plato para adornar… o como el brócoli, por lo tanto su uso no es necesario o indispensable. Dios nos dio dedos como herramientas naturales y efectivas de agarre y presión, úselas cada vez que sea necesario. ¡Esto es supervivencia!

4.- La capacidad del plato se mide hacia arriba: No se engañe, comer en un buffet es para gente experimentada que sabe reconocer los trucos y estrategias de los restaurantes y hoteles para hacernos pagar más por lo que comemos, por ello, normalmente nos proporcionarán platos más pequeños de lo necesario que limitarán nuestro consumo de alimento por sentón… o no. Para superar este inconveniente acumule toda la comida que pueda una encima de otra sobre su plato creando una especie de pirámide de comida. No es importante que diferentes guisos terminen mezclados, después de todo es lo que va a ocurrir una vez llegados al estómago.

5.- Sírvase cada vez que renuevan las fuentes de comida: Hágalo aunque no haya terminado su plato actual. Es un buffet pero… ¡Uno nunca sabe cuando van a dejar de servir comida!

-Tips adicionales:

  • No pierda tiempo con las frutas y/o ensaladas. Nadie paga un buffet para comer hierba
  • Sírvase dos o tres vasos de bebida al mismo tiempo, ahorra tiempo y esfuerzo
  • Cuando llegue al postre tome uno de cada uno
  • ¡No platique! Mastique y trague, mastique y trague.
  • Use ropa ligera y expandible
  • Si tiene que ir al baño no sienta vergüenza
  • No deje propina, ¡es un buffet!

Al final recuerde siempre quejarse del precio del buffet y recalque que no ha valido la pena debido a su costo exageradamente caro.

¡Ah! Al final mis amigos y yo decidimos no volver jamás a otro buffet… no es lo nuestro.

Xmatkuil

22 Nov

Cada año, por estas épocas, se instala en Yucatán una feria cerca de un sitio llamado Xmatkuil. Desde tiempos inmemoriables (esta cosa existe desde antes de que naciera), los yucatecos acostumbran dedicar sus días finales de noviembre a realizar éxodos masivos hacia esta citada feria estatal.

Algunos observadores y estudiosos de este fenómeno de migración natural del yucateco le han denominado el «Disleyland yucateco». Similar a otros sitios geográficos que en distintas temporadas motivan una marea de yucatecos dispuestos a gastar la quincena en pendejadas y alcohol (vease también Chicxulub, Progreso o Telchac Pto.) Xmatkuil es, durante un número cada vez más creciente de semanas, la máxima atracción del sureste mexicano.

Entrevistados los yucatecos asegurarán que esta feria es similar a otras que se realizan en el país, como la feria de Veracruz, la feria de Tabasco o inserte aquí cualquier otra feria que se le ocurra.

Este raro proceso migratorio inicia normalmente un viernes inaugural. Los ejemplares menos afortunados procederán a abarrotar los paraderos del centro para «tomar su camión» los cuales no partirán hacia la feria hasta que estén saturados de sudorosos yucatecos con los bolsillos repletos del dinero quincenal que acaban de cobrar. Los ejemplares con mayor poder adquisitivo se lanzarán en mareas automovilisticas que congestionarán las únicas dos vías de acceso por periférico y reproducirán a la perfección los ríos de tráfico capitalino (lease tráfico en el D.F.) en un intento desesperado por llegar.

Luego de hacer fila por varios minutos y pagar la ‘simbólica cantidad’ de 15 pesos para poder entrar, 35 si se trae coche, el Yucateco una vez más posará sus sacros pies dentro de las instalaciones de la feria que, por supuesto, conoce de memoria.

Independientemente de con quienes vaya hay paradas obligatorias en la visita del yucateco, por tanto, es imperativo que durante su estancia en el recinto visite (al menos una vez) a las vacas y toros, por su puesto quejándose del olor mientras esquiva magistralmente pilas de excremento, los pollitos (¡por que no hay nada más adorable que pollitos!), el castillo de la Coca Cola (porque jamás en la vida han visto la historia de la cenicienta, tarzán, la sirenita, etc. y además sienten una compulsión irresistible a pagar el cuádruple del precio normal de la citada bebida a cambio de un boleto), los juegos mecánicos (El martillo, la tagada, la «montaña rusa», etc.), el show de los delfines (¡Nunca antes visto!) y el tianguis de ropa (porque afirman ahí se vende más barato…).

Además, algunos yucatecos con mayor poder adquisitivo (y más ‘nacos’ según dicen) acudirán a una serie de presentaciones (conciertos) en el palenque, donde la cartelera normalmente está conformada por artistas olvidados, de poca monta y Alejandra Guzmán.

Para sobrevivir durante su estadía, los visitantes tienen 2 opciones: Verse inmersos en una lucha encarnizada con sus semejantes por ocupar una mesa vacía en las únicas 2 zonas de restaurantes y disputar a golpes, patadas e insultos la atención de alguno de los encargados de los puestos de comida (algo así como el proceso de selección natural donde sólo los más fuertes salen victoriosos) o sobrevivir de charritos y cerveza. La mayoría elige esta última opción, aunque se puede elegir ambas opciones, lo cual generará un ambiente nauseabundo de aroma a cerveza, orines, vómito y sudor que parece ser lo que atrae a los yucatecos todos los años al mismo lugar.

Luego de 3 semanas de invertir todo su dinero en un culto al hedonismo y a baco, la feria cerrará sus puertas hasta la siguiente temporada de migración natural a esta zona protegida del estado de Yucatán.

 

Ya casi llego…

12 Nov

«Estoy cerquita» me dijo al teléfono.

«¡Ya casi llego!»

 

Hola, amables lectores, en esta nueva entrega quiero contarles sobre otra de las cosas que me vuelven loca de Yucatán (y no en el buen sentido de la palabra). Hoy hablaremos sobre algunas de las frases favoritas de los yucatecos que no necesariamente significan lo que literalmente dicen.

Ejemplo de esto son las frases «Ya casi», «Ya merito», «Ya casi llego», «Estoy cerquita», «Voy saliendo» y todas las que se les parezcan.

No se como es en las ciudades donde ustedes viven pero en Yucatán pareciera que está mal visto eso de la puntualidad, por ejemplo, si te invitan a una fiesta y te dicen que es a las 8 pm, lo socialmente aceptable es que te presentes al lugar a las 9 o 9:30 pm, si por alguna razón osas en aplicar la regla de ser puntual prepárate para llegar a un sitio vacío y recibir las miradas de desaprobación por ser «de los primeros», sólo se puede ser de esos si tienes mucha cercanía con el anfitrión (osea si es tu pariente o tu mejor amigo).

Sin embargo, a los yucatecos no les gusta asumir su impuntualidad por lo tanto, todos ellos usarán una serie de frases y justificantes para su retraso aunque esté sobreentendido que, de todos modos, llegarán tarde.

Imaginemos la siguiente situación: Quedas de verte con alguien para tomar un café y tal cual lo acordaron te presentas en el sitio a la hora correcta, mientras te tomas el primer cafecito para entrar en calor y miras hacia todos lados buscando a la otra persona decides que no hay que alarmarse, no han pasado los 15 minutos de cortesía. Cuando ya vas por el 3er cafecito y te das cuenta de que ha pasado media hora y tu cita aun no llega comienzas a preocuparte, decides enviar un mensaje de texto para no parecer muy desesperado.

«Ya estoy aquí, donde estás?» y aprietas el botón de enviar.

Un rato después recibes la respuesta «¡Se me hizo un poco tarde, voy saliendo!» y, aunque te molesta un poco el hecho de no haber preguntado antes haciendo cálculos mentales decides que no está tan mal esperar otros 15 minutos más, que es lo que piensas dura el trayecto desde su casa hasta el café.

Pasan otros 20 minutos y te das cuenta que llevas 5 cafés y una hora sentado en el mismo lugar. Ya un poquitín más alterado por la cafeína decides marcarle.

«¡Ya casi llego! ¡Estoy cerquita!» Te dice no más contestar la llamada

«¿Que tan cerca?» Dices ya bastante fastidiado

«¡Cerquita! Aquí a la vuelta…»

Cuelgas y te relajas un poco, es cierto que ha pasado una hora pero al menos ya está ahí cerca. O al menos eso pensabas porque 15 minutos después es obvio que eso de «cerquita» no era tan cerquita. Analizas tus opciones, seguir tomando café otros 5 minutos más o pedir la cuenta y marcharse. Te decides por lo segundo porque luego de 1 hora y 20 minutos esperando piensas que es correcto marcharse. Pagas y mientras vas saliendo le marcas nuevamente para avisar que te has ido sólo para escuchar su ringtone cerca de ti.

Si, ha llegado 1:30 horas después.

«Lo siento! Me atrasé un poquito» Dice…

Pfff… estos yucatecos y sus «poquitos»

Los camiones y sus paradas constantes…

9 Nov

Otra cosa que me gusta hacer: Manejar.

Desde que tuve edad suficiente para que mis pies alcanzaran los pedales y pudiese mirar lo suficiente por el parabrisas para maniobrar la guía he manejado automóviles. Amo conducir. Hay algo completamente relajante en la monotonía de pisar el embrague, cambiar de velocidad, la suavidad con la que se presiona el acelerador, el ruido del motor y sus revoluciones, el suave ronroneo del auto, el viento colándose por las ventanas y el plástico duro de la guía bajo mis manos que me parece completamente excitante.

Me encanta conducir bajo cualquier pretexto e incluso soy una especie de «chofer oficial» para amigos, familiares y todo aquel que necesite llegar a algún sitio y no tenga vehículo o simplemente esté con flojera de conducir.

Por eso una de las cosas que más odio de conducir en Mérida, Yucatán son los camiones urbanos, osea los autobuses.

Para empezar Mérida es una ciudad con un pésimo, osea nulo, control vial. No existen las paradas de autobús, lo cual significa que estos estorbos viales se detienen donde sea, cuando sea y como sea. ¿Qué más da si tiene que detenerse a media avenida en pleno carril central para subir pasaje (pasajeros)? ¿Qué importa si 3 metros más adelante estaba la zona designada para ascenso y descenso de pasajeros? ¿Y por qué habríamos de esperar los demás conductores que los choferes de camiones utilizaran correctamente las luces de estacionamiento para avisarnos que están a punto de frenarse en seco a pesar de que llevan velocidad constante de 70 Kmph?

Además parece ser que tanto usuarios de este medio de transporte como aquellos a cargo de los mismos tienen un acuerdo implícito: No pueden haber más de 3 personas esperando el autobús en el mismo punto, especialmente en calles transitadas y avenidas; esto significa que de haber mayor número de pasajeros esperando el autobús deberán distribuirse a lo largo de la calle manteniendo unos 5 metros de distancia entre grupo y grupo para asegurarse de que el autobús se detenga a media calle cada 2 minutos.

Por supuesto, tampoco parece ser necesario que los conductores de estos vehículos se orillen para dejar descender a los pasajeros en un sitio seguro, si el pasajero quiere bajarse de la unidad aunque esta esté en el carril izquierdo en pleno alto pues hay que darle al cliente lo que pida.

Lo peor es si por algún desafortunado motivo te estampas contra uno de estas moles o si, por obvio descuido tuyo, unade estos monstruos te raya el automóvil, en ese caso sólo puede existir un consejo: Si tuviste la culpa huye, antes de que te ataque una horda de camioneros enfurecidos. Si fuiste la víctima acepta tu realidad, aquí el único culpable eres tu y encomiéndate a tu aseguradora favorita.

En conclusión, odio los camiones.

Café

8 Nov

Hay pocas cosas de las cuales realmente disfruto el sabor.Nunca he sido una persona con un paladar muy desarrollado, mi sentido favorito siempre ha sido el oído puesto que tengo mayor facilidad con él pero en cuanto se refiere a los otros cuatro digamos que no me va nada bien.

Entre esas pocas cosas cuyo sabor aprecio se encuentran la menta, el tabaco y el café.

Me encanta el café, sin embargo, por una especie de karma invertido o castigo divino la cafeína me produce somnolencia por lo tanto me la vivo pidiendo descafeinado por donde voy. Aún así, hay algo en el café que me encanta aunque no logro describir bien que es.

Tomar café se vuelve en un evento casi mágico que involucra todos mis sentidos. Comienza con el mágico proceso de vertir el polvo en agua caliente y mirar como lentamente esta se tiñe de un color más oscuro hasta volverse un líquido homogéneo casi negro, casi enseguida comenzaremos a percibir su inconfundible aroma agrio mientras el humo que despide la caliente bebida nos alcanza en medio de lenguetazos sensuales.

Después viene el sonido de la cucharilla rozando los bordes y el fondo de la taza y finalmente los tres golpecitos para asegurar que ni una gota se desperdicie. Se procede entonces a levantar la taza y llevarla hasta nuestros labios lentamente mientras se sostiene muy cerca de la nariz. Se aspira profundo. El café ya mezclado con azúcar tiene un aroma penetrante, agrio y un poco dulzón.

Se da un sorbo rápido, pequeño y con cuidado para no quemarse la lengua. El sabor es una mezcla particular, primero un gusto amargo que cede rápidamente ante el dejo de dulzura del azúcar y mientras se desliza por el paladar y la garganta deja tras de si un rastro agrio que permanece durante algunos minutos.

El líquido caliente va dejando una sensación cálida conforme avanza por la garganta rumbo al estómago y el cuerpo inmediatamente modifica su temperatura mediante oleadas de calidez que te recorren el cuerpo produciendo un ligero pero increíble placer.

Se repite el proceso…

Me gusta el café.

¡Soy yucateca y tengo frío!

8 Nov

Tengo frío.

Es noviembre y para los yucatecos eso también significa que es tiempo de desempolvar los viejos sueteres y abrigos que hemos tenido bien guardados en algún ropero de la casa, en bolsas de plástico negro por aquello de la humedad.

Este fin de semana comenzó a sentirse lo que el yucateco inevitablemente llamará «frío», esto es, temperaturas que oscilan entre los 15 a 17°C. Vale, ríase usted, amable lector que vive en sitios donde 17°C es una temperatura «agradable» pero debe comprender que para la naturaleza del yucateco 17°C es muy frio.

Figúrese usted vivir en un estado donde sólo existen 2 estaciones del año: Calor y lluvia. Así es en Yucatán, donde normalmente vivimos a temperaturas no menores a los 35°C. Recuerdo bien que he pasado las tres últimas navidades completamente bañada en sudor porque navidad estuvo a más de 34°C.

Aún así, los buenos yucatecos tenemos en la casa un ropero dedicado exclusivamente a la «ropa de invierno» y en cuyo interior están guardados más abrigos y prendas para climas fríos de los que podremos usar en todo el año porque la verdad es que uno nunca sabe cuando va a «haber fresco».

Además de esta obsesión casi ridícula del yucateco por coleccionar ropa que no usará más que dos o tres veces al año, otros rituales yucatecos asociados con el frío son:

Calentar el agua: Es obvio que si tener abrigos en Yucatán suena ridículo, tener calentadores de agua es probablemente el gasto más tonto que alguien podría hacer. Sin embargo, los yucatecos tan acostumbrados a la temperatura casi cercana a los 50°C con la que normalmente sale el agua de las regaderas inevitablemente tendrán que «calentar su agua» para bañarse. Mientras que en países nórdicos bañarse se convierte en algo opcional dada las condiciones climatológicas, el yucateco acostumbrado a sus dos o tres duchas diarias tendrá que recurrir a cualquier método para asegurarse que la temperatura del líquido que toque sus nobles partes esté a la temperatura acostumbrada, aún si eso involucra encender la estufa durante 20 minutos tres veces al día. Visto desde ese modo, quizá es una decisión tonta no tener calentador de agua (boiler).

Dormir la siesta: Aunque esta tradición ancestral no tiene nada que ver con la época del año o el clima, dado que el yucateco dormirá la siesta independientemente de si tiene frío o calor, estos días de clima frío propician el amodorramiento vespertino. Además, en Yucatán decir que «Este frío da sueño» parece ser un justificante socialmente aceptable para dormir un par de horas más.

Tomar café o chocolate caliente y «hacer chuc» tu francés en él: Para entrar en calor es necesario tener a la mano bebidas calientes que nos ayuden a mantener la temperatura agradable en el cuerpo. El yucateco, nada acostumbrado a las desagradables infusiones de té, elegirá el café y el chololate (abuelita) que acompañará con un pan tradicional y común en la región conocido popularmente como «pan francés».  Este pan no es dulce sino que es una especie de bolillo alargado y ligeramente salado.

El yucateco entonces procederá a remojar pedazos de este pan dentro de la bebida en cuestión, osea lo «hará chuc» y después con mucha destreza se llevará la masa empapada a la boca cuidando de no mancharse el atuendo. Este ritual suele practicarse en común con otros yucatecos con frío.

Y así, estoy en la oficina con suéter y el aire encendido, como buena yucateca que tiene frío.

Sobreviviendo en la oficina…

8 Nov

Como probablemente el 80% de la población que tiene un trabajo estable (Cifras no comprobadas pero a mi me suena que debe ser por ahí), trabajo en un edificio de oficinas haciendo algo que me permite tener suficiente tiempo libre para escribir esta entrada de blog.

Es en estos períodos de ausencia de obligaciones laborales donde también me permito el observar la dinámica cotidiana que se vive al interior de esta jungla de concreto, acero y vidrio. Si mi comparación no parece buena es probablemente porque nunca has trabajado en un corporativo/organización en México.

La cosa es así: Aquí uno tiene que sobrevivir al día a día, ganarse ciertos derechos y permanecer permanentemente atento a cualquier cosa que podría hacer peligrar la integridad de tu pellejo. Es la vida laboral en México y aquí, como diría la ley de Herodes, o te chingan o te joden.

Lo primero que se aprende es que el mundo laboral es muy parecido a vivir en la jungla o la sabana y reducirse a los instintos básicos es indispensable si se desea sobrevivir más allá del primer día.

Regla número 1: Eres presa fácil si estás solo. Quizá la regla número 1 debería ser que, en la oficina, hay varias clases de seres que la conforman; cada uno con características bien definidas y todos interrelacionados con el fin de mantener el equilibro de este macroorganismo. Cuando se llega por primera vez a la oficina lo primordial es identificarse y decidir a que grupo se puede pertenecer y una vez hecho esto se debe buscar integrarse lo más rápido posible a él. Como se descubrirá muy pronto, en la guerra encarnizada que se desarrolla diariamente en la oficina quien no tiene un grupo que le proteja está ‘frito’. Cada sitio tiene sus propios grupos pero los más usuales son:

Las divas: Normalmente suelen ser secretarias de los jefes aunque no es un grupo exclusivamente femenino, aquí entran todos aquellos cuyo poder reside en su conocimiento de primera mano de cierta información «clasificada» dada su cercana relación con el jefe. Este grupo normalmente se considera con «pase libre», o lo que es lo mismo, los que te joden sin que sufran consecuencias por ello. Imposible intentar tocarlos sin que el jefe se te vaya encima. Indispensable tenerlos como aliados e insufrible como enemigos. No se puede confiar en ellos porque guardar secretos no es lo suyo.

Los lambiscones/lamebotas/barberos: Dícese del grupo de seres sin cualidades interesantes, pocas aptitudes para sus puestos y aversión a cumplir con las responsabilidades asignadas cuya principal característica es su sobredesarrollada glándula salival que les permite ser expertos en el arte de la verborrea y la adulación. Normalmente se le ven pegados al jefe como lapas cuando este se digna a salir de sus aposentos y cubrirle de halagos. Extremadamente serviciales con cualquiera que consideren ostenta algún cargo de poder. Viven de los favores minúsculos que van recolectando de estos jefes. Grupo completamente excluyente a menos que se posea algo que pueda ser de utilidad para sus miembros. Se protegen entre ellos pero no dudan de traicionarse mutuamente dadas sus motivaciones completamente egoístas. Su principal peligro para los otros grupos es su habilidad de robarse las buenas ideas y conquistas del resto y hacerlas pasar por suyas.

El personal de apoyo: O lo que es lo mismo: Secretarias y personal de limpieza/seguridad. Grupo que es percibido (y que se autopercibe) en un rango inferior a todos los demás. Se recluyen en si mismos pero son la mejor fuente de información sobre los chismes de la oficina. Una plática de 15 minutos diaria con ellos es suficiente para ponerse al día sobre los detalles más privados de todos los demás. Se les verá reunidos cada vez que el jefe no está y son aficionados a la crítica, el chisme y el cafecito con galletas. Ganarse su estima no es demasiado difícil ya que, dado que la mayoría de los empleados los tratan con inferioridad, cualquiera que les «de su lugar» será de estima para ellos. Tenerlos de tu lado siempre es de utilidad ya que nunca te faltará el café de media mañana y accederás a información importante y con mayor rapidez que si te esperanzas en los medios «oficiales». Se sugiere prudencia con este grupo, especialmente con las cosas que se les confían.

Los soplones, acusones, chivatos: De estos nunca faltan. Aunque el 99% de los miembros de la oficina pudiera caer en esta clasificación, siempre habrá un par de elementos cuya función casi exclusiva es fungir como vigilantes autodenominados que irán corriendo con el jefe a contarle sobre las faltas de todos los demás. Casi nunca prestan atención a sus propias responsabilidades ya que están demasiado ocupados vigilando que todos los demás estén cumpliendo con las suyas. Así mismo, estos seres también gustan de criticar en voz alta todo lo que ven y compartir sus puntos de vista sobre cualquier cosa aún cuando nadie les ha pedido que lo hagan. Carecen del gen de la prudencia o el sentido común. Imposible hacerles entrar en razón. Si algún día te atrasas 5 minutos intenta no pasar frente a su puerta.

Los fantasmas/ entes / «ese de ahí»: De estos seres no se tiene mucha información, sólo se sabe que ocupan uno de los escritorios pero nadie sabe bien a que se dedican, como se llaman o incluso como se ven. Son silenciosos y sigilosos, no abandonan sus escritorios a excepción de viajes cortos y rápidos al baño o al botellón de agua purificada. Se desconocen sus rostros siempre ocultos detrás de las pantallas de su computadora donde se presume miran porno o juegan a la granjita de Facebook. No hablan con nadie pero a nadie realmente les interesa si están o no en la oficina. Completamente inocuos pero sin utilidad alguna.

El chico/chica sexy: Normalmente siempre suele haber un par. Fueron benditos por la madre naturaleza y son, sin lugar a dudas, más atractivos que el resto de sus compañeros. Lo saben. Se suele suponer que fueron contratados exclusivamente por su apariencia y probablemente es verdad, nunca han demostrado habilidad o aptitud para otra cosa que no sea usar ropa ajustada de diseñador, tacones altos y perfumes caros. Gustan de la joyería y la ostentación. Se dicen que sólo le sirven al jefe para pasar el rato aunque todo mundo sabe que han pasado «el rato» con la mitad de la oficina. Utilidad casi nula, a excepción de que se esté muy desesperado y con mucha calentura.

El nerd, matado, presumido, fastidioso: Ese que por alguna razón trabaja y nos chinga a todos los demás, en serio como si te contrataran para ser responsable! Enemigo número uno del resto de los grupos, siempre el ejemplo favorito del jefe aparentemente porque «Si Pérez entrega los informes a tiempo todos los demás deberían poder». Al que nunca invitan a las fiestas. Intenta no ser este.

Hasta aquí esta primera entrega… en próximos números analizaremos la interacción entre grupos y algunos practiconsejos para no morir en el intento de ser parte de la población económicamente activa de este país.

¿Y de qué va esto?

8 Nov

¿De que se trata este blog?

Es simple. Soy yucateca y tengo muchas cosas que decir sobre la vida, mi estado, mi país, la política, la religión, lo que pasan en la t.v., el internet, la música, libros, el cine, mis amigos, mi vida, el calentamiento global, los zapatos de otra gente y un gran etcétera.

No pretendo hacer de este un blog ilustrativo, educativo o respetable, mucho menos pretendo escribir cosas politicamente correctas para agradar a todo el mundo, este es un blog con entradas sinceras de lo que pienso sobre el mundo.

Espero que mis pensamientos sean, al menos, ligeramente interesantes.